La monarquía parlamentaria es una opción. Y sus protagonistas, sin capacidad de gobierno y dedicados a la representación, deben saber convivir amablemente con la discrepancia y la inseguridad. Sobriedad, compromiso, respeto… cosas de manual.
«Aunque no estamos de acuerdo, respeto lo que piensas y tengo en cuenta la pasión con que lo defiendes». Así, por ejemplo, podría haber zanjado el Príncipe la discusión en que se enredó con la joven de Pamplona que le abordó en mayo de 2011, en vez de espetarle lo del “has conseguido un minuto de gloria”.
El inminente Felipe VI se ha formado en tiempos de bonanza, entre gentes con ambición y en ambientes de éxito. Reinará sin embargo en un país con sentimiento de fracaso, receloso y desafecto. No bastarán la herencia ni el pacto constitucional que dio a luz un sistema tan diligente para construirse como indolente y temeroso para actualizarse, enfrentado hoy a una crisis severa.
Ónega repite que Cataluña puede ser su 23F, pero el caso es muy distinto. Porque ahora no se trata solo de quedarse a un lado, que no al otro, de la legalidad; ni la solución del asunto Cataluña pende de un poder a sus órdenes. Felipe tendrá que liderar su propio aggiornamento y mostrar algo más. Para ello, empaparse primero de lo que la desigualdad, la desprotección, la desesperanza, la precariedad en la vida significan para la gente. Y entender que su futuro está ligado al de todos, sea porque el de todos no está ligado al suyo indefectiblemente.
La Jefatura del Estado no es soberana ni ejecutiva, aunque sí es simbólica, una ocasión para ponernos estupendos: identidad, principios, alma, coherencia, responsabilidad… En medio de la grandilocuencia el pragmatismo ofende, la realidad también.
Cuando a Cayo Lara le preguntaron qué república, si Italia, Francia o Alemania se quedó en blanco. «La española —dijo luego— o sea, la nuestra». ¿Acaso una como ninguna, recordando el anuncio de las aceitunas? Por su parte, Máximo Pradera escribe en Twitter: «Pasar a ser República implica una victoria póstuma sobre Franco. Como decirle: nada de lo que querías ha sobrevivido. Tu sueño, al retrete». Gracioso este Pradera con lo de que Franco quería algo que seguramente no era capaz de imaginar, y más aún con lo de que la monarquía sea lo último que del franquismo sobrevive. Una retuiteada sandez.
Pasados los momentos de la abdicación y la proclamación, la fiesta de las apariencias decaerá. Volveremos a la obviedad de que la forma del Estado no es lo más importante ni urgente que debemos afrontar, que en la España de este momento, a mi juicio, no es lo crucial.
Terminada la pompa, quedará la circunstancia. Mientras tanto, ahí andamos, distraídos. Reyes que vienen, reyes que se van; el mundial que ha empezado; el verano que llega… Todo agotador, caliente, espectacular.
(Estrella Digital, junio de 2014)