Tamames, un comunista castizo

Ramón Tamames, candidato a la presidencia del Gobierno, ha sido siempre un patriota y un emprendedor de la política. Del Liceo Francés, la Universidad de Madrid, el Instituto de Estudios Políticos y la London School of Economics.

Según las crónicas, tomó el carné del Partido Comunista en los años cincuenta, cuando los primeros disturbios en la Universidad. Declararon el estado de excepción, suspendieron las clases, cesaron al rector (Laín Entralgo) y al ministro (Ruiz Jiménez). Tamames y Sánchez Dragó –su mentor e intermediario en VOX para la moción de censura–, entre otros, fueron detenidos. Él no era comunista, comentará, se trataba de combatir a la dictadura. Lo cierto es que su carrera siguió adelante sin discriminación ni sobresalto. Al año siguiente aprobó la oposición a técnico comercial y economista del Estado y en 1968 era catedrático de universidad.

Pero Tamames nunca se encerró en lo académico ni se concentró en la lucha contra el franquismo. En 1973 era director técnico de IBERPLAN, sociedad de consultoría presidida por Barrera de Irimo, el ministro de Hacienda. Su consejero delegado, José Terceiro, y Tamames contactaron con los servicios de inteligencia de Carrero Blanco para poner en marcha la Operación PROMESA (Promotora de Estudios Sociales S.A.), una de aquellas sociedades de estudios sobre desarrollo político que surgían en el tardofranquismo con la vista puesta en el final de la dictadura, tomando posiciones y tejiendo redes de influencia y cooptación al servicio de España.

Los encuentros para la puesta en marcha de PROMESA, a los que se sumaron Pío Cabanillas, Pérez Escolar, Jesús Polanco, Fuentes Quintana, Barrera de Irimo y otros, con Manuel Fraga al fondo como referente entonces del reformismo, se iniciaron autorizados por José Ignacio San Martín, el jefe del SECED (los servicios de inteligencia de Presidencia), y con la «luz verde» de Carrero Blanco.

Ocurrió que el 19 de diciembre de 1973, víspera del asesinato del Almirante, los generadores de la operación se convocaron a cenar en un restaurante representativo para aprobar documentos fundacionales y listar posibles socios, mediante las sugerencias de cada uno y las fichas del poderoso y controvertido archivo JANO.

No hace falta preguntarse qué pintaría Tamames cenando en Lhardy moviendo aquello. Lo que llama la atención es que en aquellas horas aguardaban en la cárcel de Carabanchel los encausados del proceso 1001 (Camacho, Sartorius, Saborido, García Salve…), cuyo juicio comenzaba al día siguiente en las Salesas. Comisiones Obreras y el PCE, en alerta máxima. Menuda gracia tiene que la apostilla «…y cuarenta de vacaciones», al lema «Cien años de honradez» del PSOE en la transición, saliera de su boca.

Desaparecido Carrero, PROMESA se fue al traste. La transición se echaba encima mientras Arias Navarro («Carnicerito de Málaga») daba mantazos en las postrimerías del régimen. Y Tamames, un comunista castizo, a los compases de «A la calle que ya es hora…» saltó al ruedo. En junio de 1975, poco antes de la muerte de Franco, fue detenido por unas conferencias; «Detenido Don Ramón Tamames», tituló alguna prensa…

Después de morir Franco, Carrillo lo sumó en 1976 al Comité Ejecutivo de un PCE que buscaba salir a la luz y normalizarse en el interior. Pasó un mes en la cárcel como sustitución de multas por asociación ilegal y la convocatoria de manifestaciones pro amnistía. Desde entonces, su trepidante deambular por federaciones, coaliciones y partidos hasta su salida de la política, terminada la década de los ochenta, es conocido.

VOX le ha ofrecido ahora la oportunidad de dirigirse a la Nación como candidato a una presidencia imposible. Su avanzada edad, unida a la contundencia de su cabeza y de su temperamento pueden jugar malas pasadas tanto a él como a Pedro Sánchez. Porque, no nos engañemos, Sánchez y el Gobierno son el referente principal de una moción que, aunque incomoda al PP y a Feijoo, en última instancia es fuego amigo.

Sánchez deberá ir con cuidado. Tendrá enfrente un adversario tan frágil como explosivo, un arbitrista imprevisible que se reivindica a sí mismo, sin compromiso de partido, memoria de gestión ni programa conocido. Habrá de hacerlo con tacto, sin excederse ante lo patético, pero sin arrugarse frente a quienes irán a por él sin contemplaciones. Será un debate que, salvo sorpresa, aportará poco a la política española, al contrario; pero en el que Sánchez no podrá ponerse de perfil, como previsiblemente harán la mayoría, excepto alguno que se crezca intentando lancear a moro muerto. Allá peligros.

Los motivos de Tamames para meterse en este lío residen en las profundidades de su ego y traen causa de su larga historia. Acaso porque el ego es siempre joven (elDiario.es, 06 febrero 2023) y la vejez, un largo instante que solo alcanzan a comprender algunas personas mayores.

«Yo podría perfectamente haber sido ministro de Franco. Pero dije, voy a esperar a la democracia, no quiero ser ministro de la dictadura» (El Confidencial, 11 junio 2022), declaró con verdad y delatando, inconsciente, un cierto drama: que con la democracia tampoco fue ministro. La vez que más cerca lo estuvo –que sepamos– fue la noche del 23-F, cuando el general Armada presentó al teniente coronel Tejero la lista de un gobierno que reservaba a don Ramón la cartera de Economía. El guardia civil se negó y se cargó el golpe. Pero es que Tejero entonces no sabía, como sí lo sabría Armada, que Tamames es «un hombre de bien».

«Tamames en su época como candidato del PCE». Imagen tomada de elDiario.es (edición Comunidad Valenciana), 13 marzo 2023.