¡Hala «Madrí»! (y 2)

Resacón en Madrid. La fiesta de la democracia terminó entre gin-tonics con cardamomo y vino amargo, según gentes. Me identifico con los perdedores y asumí dolido la derrota, con respeto al resultado y discreción en las formas, más preocupado que indignado y repitiéndome aquello de que las derrotas, como las victorias, nunca son definitivas. Repaso.

Pablo ha dicho que se ha ido. Quien alcanzó la relevancia política con apoyo y estrategia mediáticos, nivel avanzado en nuevos canales de comunicación, cae ahora empujado de forma inmisericorde en esos mismos territorios. Quien repetía que el miedo iba a cambiar de bando o que el cielo se tomaba por asalto sucumbe ante los que aseguran que la moderación es de perdedores o que si te llaman fascista es porque estás en el lado correcto de la historia.

Escribe Alejandro Jodorowsky (Manual de Psicomagia) que «hay nombres que aligeran y nombres que pesan. Los primeros actúan como talismanes benéficos. Los segundos son detestados (…) Un nombre (famoso) impone una meta que exige la celebridad, lo que puede ser angustioso…». El auge y la caída de Pablo Iglesias da, al menos, para dos artículos: uno sobre estrategia y comunicación políticas; otro sobre psicología del héroe, de este héroe.

Parece que su obra de partido la heredará Ione Belarra, de toda confianza, muy amiga, vamos, como de la familia (Iglesias-Montero); mientras que Yolanda Díaz tendrá que ponerse al frente de la coalición. Me pregunto cómo evolucionarán Podemos y Díaz en todo esto.

Sin bajarse de la moto y de viaje a ninguna parte, Inés Arrimadas asciende a Edmundo Bal mientras entonan juntos, abrazados y patéticos, la milonga del centro. A lo suyo, Albert Rivera dirigirá un nuevo «Instituto de Liderazgo» en el Centro  Superior Cardenal Cisneros, allí donde Pablo Casado aprobó la mitad de la carrera en cuatro meses.

No se sabe aún en qué momento acudirá Felipe González a dar su lección al Instituto, participando a la audiencia su «orfandad política» y disertando sobre «la realidad de sufrimiento» que él sí ve, pero no «un tío que aparece ahí y te dice que todo está bien y el futuro es cojonudo», en referencia a Pedro Sánchez.

Lo de Ángel Gabilondo rayó en lo trágico: un catedrático de filosofía de 72 años a la intemperie en medio de una tormenta de irracionalidades y simplezas. Una campaña errática, desnortada y balbuciente en la que no alcanzaron a transmitir más que fragmentos, irisaciones débiles del personaje y su sentido en medio del embrollo.

Quienes han dirigido la campaña, en La Moncloa o en Ferraz, se han equivocado gravemente, pero el camino tampoco hubiera sido confiarla al Partido Socialista de Madrid. El PSOE «a la madrileña» es una federación a la que las vanidades sin causa, los cenáculos conspirativos y las guerrillas intestinas han debilitado por inanición desde tiempos antiguos; ya cuando Joaquín Leguina presidía la Comunidad merced a pactos y repartos de poder, con más soberbia y  «compañerismo» que proyecto y liderazgos. Ahora Leguina ha apoyado a Ayuso y ha personalizado el «porque me da la gana» con su «me la suda, como dicen los castizos», a propósito del expediente de expulsión que le han abierto.

La estrella revelación del festival ha sido Mónica García, de Más Madrid, quien, a mi juicio, perfiló su figura en los comienzos, al encararse ante Iglesias tirando de compromiso a pie de obra y mujerismo, lo cual no es poco ni está mal. Luego, han explicado sus resultados  — respecto del PSOE y de Podemos, que no tanto respecto de la derecha—  como el fruto de una  «campaña empática, enfocada a los problemas de la gente», y por su  «trabajo en la oposición». Aunque haya sido una oposición sin éxito, por lo visto, y una campaña, en cuanto a diagnóstico y propuestas conocidas, poco o nada más allá de lo obvio para la izquierda en general.

En el lugar con mayor asentamiento de Más País, que es Madrid, con cuatro mil votos solamente de diferencia y el mismo número de diputados que el PSOE —el gran fracasado según todos convenimos—, se disponen a liderar la oposición. Errejón explota el éxito felicitándose de que Biden escore en ciertos asuntos hacia lo que ellos ya dijeron, llama al Gobierno a «ponerse las pilas» y se mira en el espejo de los verdes alemanes, dispuesto a crecer como aquellos, poco a poco y con el tiempo.

El Partido Popular ha triunfado con contundencia y la causa ha sido Isabel Díaz Ayuso. No han logrado ocupar el territorio electoral de VOX, que incluso ha sumado un escaño, pero han contribuido a expandir el aire que allí se respira. La posibilidad de que la extrema derecha entrase en los barrios y en las zonas humildes, como había sucedido en otros lugares, se ha realizado en Madrid de la mano de Ayuso.

La rotundidad de los resultados ha sorprendido hasta a los más fervientes, inexplicables si los miramos solo desde el ángulo de la racionalidad. Como la decisión de una compra, la del voto es un acto también, en gran medida, emocional. Y el Partido Popular, en cuanto las circunstancias le parecieron suficientes, utilizó el desgaste emocional de la pandemia en beneficio propio aun a costa de la capacidad de combatirla. Su principal ariete desde fuera del Parlamento eran la Presidenta y el Gobierno de la Comunidad de Madrid.

La figura de IDA (Isabel Díaz Ayuso) es obra de MAR (Miguel Ángel Rodríguez), un aznarista hecho a sí mismo, sin reparos y tan burdo como sobrado en estas lides. La construcción de su heroína, ahora ya referente primordial del trumpismo español, ha sido icónica. El book fotográfico que fueron componiendo desde el principio, el exabrupto resonante, la inocencia ambigua, la mentira insistida, el desparpajo pichi o la simpleza irritante forman parte de ello.

Porque a los iconos no se les pide que sean racionales, educados, inteligentes o sensatos; solo que representen impulsos, actitudes o deseos. Y «vender» cosas: la libertad para consumir, una diversión que maldita la gracia, el trabajo basura que ya quisieran muchos…; un reino, el de Ayuso, donde sobran la necesidad, el cansancio, el dolor y los muertos. Y la responsabilidad. Porque el mundo no es como es, sino como nosotros queramos que fuera. De lo contrario, la culpa es de los otros.

Con eso y con todo, la derecha ha arrasado en las elecciones de Madrid. Con todo y con eso.        

Imagen tomada de El Plural.com, sección «Los Genoveses». Título del artículo: «Miguel Ángel Rodríguez: un bocazas reincidente. Biografía no oficial del Rasputín de Isabel Díaz Ayuso»