«Guerra preventiva» es una expresión falaz. Lo que esconde de cierto es un ataque, fulminante a poder ser, bajo pretexto de defensa ante algo que se supone o inventa como una agresión inminente.
De este modo, Díaz Ayuso, en plena crisis pandémica qué más le dará a ella, lanzó el ataque contra Ciudadanos, un partido en caída libre pero al que debe su presidencia desde agosto de 2019, tras un proceso controvertido en el que el presidente de la Asamblea, Juan Trinidad (Cs), impidió al más votado, Ángel Gabilondo (PSOE), defender siquiera su candidatura en tiempo y forma reglamentarios porque la mayoría que estaban fraguando (PP-Cs-Vox) no acababa de cuadrar sus cuentas.
Con tal fin, y a raíz de dos mociones de censura mal trabadas en Murcia por el PSOE y Cs, decidieron presumir otra semejante contra Ayuso, es decir contra la libertad, contra Madrid y contra España, que no se podía consentir. Y convocaron elecciones.
Pero la realidad, ahora ya tan remota, era bien otra. Cs, por indefinición ideológica y desorientación estratégica, fragilidad interna y externa, no decisión nacional e inconsistencia también, perdónenme, de Ignacio Aguado, no tenía prevista operación de cambio en la Comunidad de Madrid. Inés Arrimadas ha señalado lo obvio: de existir, la habrían realizado al mismo tiempo que en Murcia, añadamos si no antes.
En cuanto al PSOE, solo un flash-back. Corría el mes de mayo de 2020. Ayuso, con la estulticia descarada de costumbre, presionaba para el paso a la fase 1 en la desescalada y lo más mostrenco de la derecha madrileña tomaba las calles en Núñez de Balboa, primero, y luego, como ella misma anunció («Lo de Núñez de Balboa les va a parecer una broma»), Chamberí, Aravaca, Pinar de Chamartín, Pozuelo, Majadahonda…; todo convocado y coordinado en redes por una autodenominada «Resistencia Democrática de España».
Preguntado entonces Gabilondo sobre si descartaba una moción de censura fue muy claro: «Este no es momento de remover gobiernos … No he salido a la calle a decir “Gobierno, dimisión” al de Madrid … Tenemos que afrontar y centrarnos claramente en cómo combatir la pandemia y sus secuelas económicas, sociales y laborales … Si se produce una crisis en la alianza que está en el Gobierno o los apoyos para poder continuar … en este caso, si somos el partido más votado y con más escaños, y tenemos que asumir la responsabilidad que sea, lo haremos». Esta era la situación, no había cambiado.
Como pronto se supo, la convocatoria electoral no era una decisión tomada, por mucho que en el PP de Madrid la deseasen, sino el órdago con el que asustarían a la dirección nacional de Cs para impedir que aquellas mociones, las de Murcia, se presentaran, lo que no esperaban que sucediera hasta unos días después. Pero nada que amenazase el statu quo de Madrid; solo que en el núcleo de Ayuso querían quitarse el lastre de su pedestal ensanchando el suelo, las dimensiones y el horizonte de su empresa.
Decían los de Cs que las mociones murcianas se veían venir porque lo del PP allí resultaba insostenible. Teodoro García Egea, de Cieza, y más han ido con todo. Tras firmarlas, en la Comunidad tres tránsfugas de Cs se lo pensaron en dos días. Aquí las cosas son lo que parecen, en Murcia y en Madrid. La corrupción con corrupción se tapa, aunque el estruendo madrileño, entre otros efectos, reste focos al chapapote murciano… Y también al juicio por la caja B del PP y a venideros. Todo un clásico.
Las reacciones, iniciativas y argumentos trumposos de Díaz Ayuso con su música y García Egea con su tambor han torcido las caderas de Casado, de quien ya no sabemos si adivina siquiera a lo que baila.
La política partidaria se abraza a los argumentarios como a un clavo ardiendo en tiempos de tribulación y de mudanza: Que «la libertad está bajo riesgo y amenaza»; que «la unidad del espacio electoral de la derecha es (para la derecha) necesaria»; que «yo no he visto a Abascal llamando a incendiar las calles ni a asaltar las casas, ni a okupar propiedades ni tirando adoquines…» No es ella, ni un streaming de la campaña electoral que se avecina. Es Aznar en su entrevista con Évole. Ahora, con este paso que arrastra al PP y alienta a Vox, han demarrado por ahí y están en ello. Sin complejos, porque a Aznar lo único que le molesta de Vox es que le llamen cobarde y lo mucho que le altera de los dirigentes del PP, que lo parezcan.
No es posible adivinar cuál será el resultado de estas elecciones. Hay factores circunstanciales (pandemia, fecha, la propia ley electoral…) que pueden acabar siendo decisivos. Al fondo, la experiencia también de que las convocatorias plebiscitarias y a destiempo son armas que carga el diablo y se les pueden disparar a los «sobraos».
Así, Ayuso se ha vestido de yegua ganadora con aspiraciones de mayoría absoluta, ha dicho. Pero lo que ha anunciado sin dejar lugar a duda es que no descarta integrar a Vox en su gobierno e incluso (del modo avisado a navegantes desde Murcia) incorporar a algún que otro diputado «razonable» de Ciudadanos, si es que quedan, conforme el PP y Vox los necesiten y ellos se «precien». Por intereses y medios, provechos y caudales, que no sea; un futuro hediondo y sin mascarilla para Madrid.
Con todo esto, Cs acabará siendo lo que es, cada vez más lejos de lo que creían que eran y de lo que intentaron ser, quizás, alguna vez.
La izquierda no ha podido frenar el despropósito de este adelanto electoral arbitrario, pero ha creído ver también en la convocatoria una oportunidad regalada para sacar a Díaz Ayuso de la Casa de Correos antes de 2023.
La irrupción de Pablo Iglesias como candidato de Podemos me ha sorprendido hasta la perplejidad. No era decisión, pero sí tema, para el Gobierno que vicepresidía y el presidente que firmó su nombramiento. Al parecer, tampoco ha sido tema ni decisión del todo para su partido, según la lógica que dicen profesar para asuntos de esta importancia, aunque refrendarán. Resulta de una reflexión «personal» dialogada en estos días con los cercanos, incluido el señalamiento de sucesores en el Gobierno y en Podemos.
Creo que el Gobierno de España gana mucho con la vicepresidencia de Yolanda Díaz y nada y menos con la incorporación de Ione Belarra. La coalición, por ver.
Sean cuales sean los cálculos y componentes subjetivos de la decisión de Iglesias, el movimiento es consecuencia del pánico en Podemos a desaparecer en la Comunidad de Madrid, con la consiguiente devaluación del liderazgo y de la marca. Lo ha presentado urbi et orbi como un acto de generosidad, desprendimiento y «valentía» por su parte, aunque sin evitar ciertas notas de descaro e insolencia lamentables. Por ejemplo, cuando propone (reta) medir su liderazgo ante la militancia de otros partidos (Más Madrid e IU) mediante un procedimiento de primarias prácticamente irrealizable amén de inoportuno, o cuando encomienda a Gabilondo, su rival en campaña, el electorado del que tiene que ocuparse ya que la izquierda de verdad es cosa suya.
Por otra parte, además del efecto movilizador que imaginamos, el aterrizaje del vicepresidente valoriza la figura de Ayuso, a quien Iglesias no preocupa y, desde el primer minuto, empezó a cobrarse el precio de su reperfilamiento. Ahora la campaña corre el riesgo de una polarización mayor, lo que suele favorecer sobre todo a los trumpistas, Ayuso y Monasterio.
Inclinaciones y querencias aparte, para mí la némesis, la réplica de Ayuso es Iglesias; pero la alternativa, en Madrid y a lo de Madrid, es Gabilondo.
Todo de momento.

Plaza de Colón, 4/01/2020. Por la unidad de España en España dentro de España. ¿España en sí misma? No, derecha a cara de perro, ensimismada. Fuente fotográfica: elplural.com