Tras la batalla, paisajes

Victoria recortada del PSOE y descenso contenido de Podemos, eclosión de Vox, hundimiento de Cs con derivadas como la recuperación del PP, nacionalismo intacto. Es el resultado de los votos y las abstenciones del 10N, lo que la ciudadanía ha dicho y toca practicar. Con esto, hagan lo que puedan como mejor se pueda. Vamos por partes.

Salida de Rivera

El líder de Cs se fue con un ensoberbecido canto a sí mismo, sin un «Lo siento mucho; me he equivocado y no volverá a ocurrir (que para eso me voy)». Consecuencia menor será la incorporación al Congreso de Edmundo Bal, «héroe» protagónico del ilustre y centenario Cuerpo de Abogados del Estado cuya carta de presentación rezaba: «Soy el cesado». Arrimadas queda. Es lo que hay, y patético.

El dilema será salvar la marca o la carrera, debatirse entre volver al centro liberal y basculante o seguir centrifugándose en la estrategia de bloques y bloqueos. Es decir, perfilarse con algún indicio de criterio o sublimarse en el PP para negociarse en las siguientes, lo que quizá haya comenzado.

Para lo primero, ante la investidura, mejor que abstenerse intentar, incluso, acordar un sí posible, programático, que los visibilice renovados y atenúe la relevancia de los otros, en general sean dichos. Distanciarse del PP y de Vox; por ejemplo, pactando con quienes ganaron las elecciones la devolución de tres comunidades llevadas por el PP durante décadas: Madrid, Castilla y León y Murcia, que no requiere acuerdo con Podemos; solo en Madrid la abstención de Más Madrid. Tendrán que verlo y verse en ello.

Ya; si yo tampoco los veo, pero por no seguir perdidos por el monte.

Eclosión de Vox

«Solo los ricos pueden permitirse el lujo de no tener patria» dictaminó Abascal en el debate; autoría omitida de Ramiro Ledesma, fundador de las JONS que no de Falange. Mas recuerde el alma dormida que, porque «el patriotismo es la menos perspicaz de las pasiones» (Borges), fácilmente deviene en «el último refugio de los canallas» (Samuel Johnson).   

Esta derecha valentona es de larga data. No se agota en la friquilería de El Pardo ni solo son vintage. Estuvo con Franco y contra la Transición. Tras el 23F y la llegada del PSOE en 1982 algunos fueron al ostracismo o quedaron en la marginalidad, pero otros muchos no. Con Aznar afianzaron posiciones, adquirieron medios y actualizaron sus doctrinas. Se echaron a la calle contra Zapatero y, ante el moderantismo de Rajoy, fundaron un partido en 2013. Seis años después, en plena sociedad líquida (Bauman), los tenemos aquí a pechazo descubierto, con más de tres millones y medio de votos en el morral, berreando el «A por ellos».

Mientras en el PP hacen cuentas de si suman y se preguntan en privado cuántos de «estos, en realidad, son de los nuestros», mientras que sus votantes de siempre dudan si apoyar a Vox para que ellos no contemporicen o no se piensen tanto algunas cosas. Todos tenemos un problema… más.

Romance de valentía y de experiencia

Así presentaba Iglesias en el Congreso, junto a Sánchez, las bases del preacuerdo: como una feliz combinación de «la experiencia del PSOE con la valentía de Unidas Podemos». Me parece un esfuerzo retórico prescindible, un ripio ese «pisar de valentía».

Pedro Zerolo, socialista querido y ejemplar donde los hubo y haya, resumía así los ejes del trabajo político: «Identidad en el discurso, claridad en las ideas y valentía en la acción». Ocurriendo que la identidad se hace y la claridad se trabaja, ambas son experiencia, es decir, resultas del vivir y el ejercicio. Y la valentía también.

Intuyo que ambos busquen el acuerdo desde el esquema de ganar-ganar o del no perder-no perder, lo que ya es más y mejor. Imagino que la conciliación del sueño de Pedro, y del mío, venga de la preservación de ciertas áreas (como precisó cuando lo dijo) complejas y críticas. Supongo que, porque lo que los separa no es menos importante que lo que los une, prevalezca la mayoría en lo ineludible. Y reparo en que lo hacen sin ruido, fuera de cámara; hay reality pero no show, lo que aparenta prudencia en el asunto.

Los tiempos son difíciles y lo que tienen entre manos, delicado. La presión ambiental es alta, tóxica e interesada. Ahora la izquierda, con preocupación, respira; la derecha brama. Esperemos.

Cartelería de 1978 contra la Constitución (y la democracia). De la exposición Las poéticas de la democracia. Imágenes y contraimágenes de la Transición. Museo Reina Sofía, 2019.