Convengo con Errejón en que «una fuerza que se dice muy de izquierdas pero no gana, no le cambia la vida a la gente», y convendría todavía más si añadiera: «aunque sea amable».
No creo que la plataforma Más País, a día de hoy, objetivamente, conlleve ningún reforzamiento de la izquierda. La repetición electoral propicia su aparición, pero las causas son otras: los conflictos internos de Podemos, el callejón sin salida en que se encuentran algunos de sus miembros y el techo de Iglesias, cada vez más notorio. El modo como la derecha en general y una parte de la izquierda insisten en procesar el no acuerdo para formar gobierno, un argumento principal.
Errejón regresará desde Madrid, donde recaló confinado por Iglesias y los suyos en Vistalegre II. Para zafarse de aquellos y seguir estando, es decir, siendo, ni los brazos de Carmena en primera instancia ni los de Gabilondo, tras un hipotético gobierno de coalición en lontananza, resultaron suficientes. Lo de «Madrid con ganas» fue un decir; el electorado lo había puesto a encabezar la segunda fuerza de la oposición en la Asamblea, la cuarta en votos. Si Más Madrid hubiera sobrevivido, Más País no existiría, al menos en este momento.
Después del 26 de mayo, los escandalosos acuerdos por la derecha y las negociaciones para formar gobierno velaron la lectura de un fracaso, o de dos.
En el Ayuntamiento de la capital, Carmena había retrocedido en porcentaje y concejales contra lo habitual tras un primer mandato, con vientos favorables por la izquierda, entre candidaturas de menor enjundia que las que tuvo que enfrentar en 2015 y ante una extrema derecha que venía claramente.
¿Qué supuso la irrupción de Errejón en la Comunidad, en la circunscripción electoral más proporcional de España y la del electorado más proclive? Que la izquierda no añadió ni un diputado respecto de 2015 a pesar de haber incrementado en tres puntos y medio su apoyo electoral y de la ampliación del número de asientos, tres más, en la Asamblea.
Aunque digan que solo acuden a sumar, el efecto de dividir está servido. La pretensión de opar a Podemos y, de paso, canalizar para sí una parte del recrecimiento del PSOE, como en Madrid ha ocurrido, la intentarán por toda España donde puedan. Y en su derecho están, pero en la obligación también de explicarlo mejor y siquiera con un programa que no suceda a las listas, por ejemplo.
La duda es qué programa. ¿El de IU-Podemos del que proceden? ¿El del PSOE con el que, aseguran, se entenderán? ¿O el «mixtifori» que saldría de una negociación razonable entre los otros si los números y las cabezas dieran? Y transversalidad.
Errejón tiene arrojo para pensar, pero es huidizo, elusivo de carácter. Pudo verse en Vistalegre II cuando decidió enfrentarse a Iglesias solo a medias; vino a decir entonces que el problema eran los treses que querían ser el dos que él ocupaba, nunca el uno aunque lo fuera. O en la presentación misma de Más País, cambiando el ya emblemático Círculo de Bellas Artes por la sede de UGT para no coincidir en los pasillos con Iglesias, que andaría por allí presentando un libro con Cebrián.
Los circunloquios y evasivas en las entrevistas hasta ahora son clamorosos, sobre todo ante preguntas insalvables. ¿Por qué reprochar también a Sánchez el no acuerdo si él habría entrado al desarrollo de cualquiera de las propuestas que aquel hizo, incluso al pacto con Ciudadanos en 2016? ¿Se está en condiciones de acusar de personalismo a otros si pones tu cara como logo en una papeleta electoral? ¿Si tras las elecciones resultase necesario y suficiente el entendimiento entre el PSOE y la otra izquierda, en la que estaría Podemos, cuál será el efecto de la inclusión de Más País?
Errejón, desde su puesta en la escena política hace unos años, ha sido y sigue siendo la contrafigura amable, urbanita y posibilista de Iglesias. Nada menos, pero tampoco mucho más. Luego ha sido contrafigura joven de Carmena, a la que señala como principal referente político de la plataforma y en cuya estela sigue. Ella, sin embargo, ha rehusado incorporarse a la primera línea del proyecto y aparece cada vez más de perfil, como esa persona a quien le gustan los sobrinos que la quieren, pero no se iría con ellos de viaje a no sé dónde.
En la nueva etapa, Errejón tendrá que acudir solo, flanqueado por la perpetua y omnipresente minoría de Sabanés, la izquierda genética de Sánchez (Tania) o el liderazgo del legado de Carmena que se atribuye Higueras, ineludible en este trance.
¿Para vender el proyecto, en general, volverá el «Vota bonito» que ensayaron en mayo, o parecido? ¿Funcionaría? Tengo mis dudas, todas, sobre aquel lema; de su eficacia solo alguna, me temo.
Dicho todo lo cual, el futuro es siempre incierto.

Cartelería de Más Madrid para las pasadas elecciones municipales y autonómicas del 26 de mayo.